Para ganar once veces consecutivas, como ha hecho el Atlético, se necesitan, como mínimo, dos o tres soluciones diferentes. Véase: una ración de talento de Griezmann y Julián Álvarez para las noches estrelladas, un caos revolucionario como el de Correa o Giuliano y un producto interior bruto como el de Sorloth, como sucedió ante un Getafe indigesto. Solo de esa manera Simeone puede mantenerse en una moto ganadora como en la que se ha subido desde el 31 octubre y con la que espera alcanzar la meta volante de 2025 una primera posición de Liga que está en condiciones de asaltar.
Venció en un derbi lleno de maleza contra el Getafe para superar al Real Madrid en la clasificación y amenazar al Barça en el liderato, al que visita el próximo sábado, frente al que una gran dinámica puede convertirse en una candidatura proclamada al título de Liga. Aunque el Cholo tenga un programa de partido a partido, porque este Atlético es capaz de ganar como lo hace un campeón: resistiendo, con pluralismo y con su afición disfrutando del viento a favor.
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Getafe, bocadillo de polvorón
Tenía el Atlético – Getafe un peligroso ambiente de comida navideña. Ya saben, el día en el que todos se juntan por los buenos propósitos, celebran lo conseguido durante el año hasta que alguien levanta la mano, durante el brindis, para poner un asterisco. A partir de ahí, que cada uno interprete si la misa va con él o no. Pero si hay un invitado inoportuno a los banquetes ese es el Getafe de Bordalás, quien pese a seguir a rajatabla el código de vestimenta, siempre encuentra el modo de convertirse en un polvorón de difícil digestión.
Porque al Atlético lo que es del Atlético. Ir al Metropolitano se ha convertido en un motivo de celebración, por el calendario o por la providencia. Un partido a las 14:00 es para los fieles y por ello quiso Simeone premiar a los habituales con la cartelera de la Champions. Repitió el once que ganó al Slovan, aprovechándose de que esta temporada la preparación física es una asignatura resuelta bajo el mando de Luis Piñedo. Y, de paso, hay que decirlo, aunque el Cholo venda las bondades de los suplentes, le gusta saber quiénes son sus hombres en el campo.
Más complicado lo tiene Bordalás, quien se ha acostumbrado a jugar con los prefijos del filial que representan Coba o Keita, y que hicieron una llamada de spam al Atlético en una primera parte en la que no estuvo cómodo. Faltó fluidez en la salida de balón hasta casi el 45 y, salvo Lino entre líneas, el resto de camisetas rojiblancas se movieron con densidad. Con todo, las ocasiones más claras fueron para los locales, que explicaron su ataque a través de De Paul y, sobre todo, Giuliano, que tuvo de cabeza la ocasión más clara antes del descanso, al que se llegó entre interrupciones.
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Sorloth, el ‘omeprazol’ del Atlético
Se dio cuenta el Atlético en el arranque del segundo acto de lo siguiente: si quería que pasase algo en el encuentro, todo dependía de su voluntad. De no esperar a que el Getafe, perfectamente modificado, se disolviese por arte de magia. El objetivo primordial pasó a ser recuperar en campo ajeno para aumentar las opciones contra un equipo de escasa vocación estilística, pero que, ante la inacción de los de Simeone, terminó teniendo opciones, sobre todo a balón parado.
Era un encuentro para especialistas. Como Correa o Koke, que entraron escalonadamente para una operación que se había complicado a la hora de juego. No pasaba nada y eso era justo lo que quería el Getafe, que hizo bueno el ‘otro fútbol’, tan válido como desesperante para su rival. El Metropolitano se encendió con tanta interrupción, hasta que a los azulones -esta vez de blanco- no les quedó más remedio que cambiar el paso cuando por fin llegó el gol de Sorloth.
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No estaba siendo el noruego el que presidía la mesa de las citas, pero sirvió bien frío justo lo que se le demanda. Un gol de cabeza con denominación de origen, tras un centro lateral de Nahuel Molina. El delantero está para evitar la indigestión. Le ganó la tostada a Domingos Duarte y cruzó un remate que marcaba el camino hacia la undécima victoria consecutiva. Un triunfo de escapista, de los que dan sentido a las rachas y confirman aspiraciones.